lunes, 26 de enero de 2009

Corría el año 62 o 63...

Corría el año 62 o 63, no recuerdo bien. Como siempre cada fin de semana buscábamos fiestas y algunos eran capaces de ir hasta el extremo con tal de pasarla bien. Yo había conocido un par de semanas antes a la hija del gerente general de Galletas Field, una holandesa rubia de verdad, voluptuosa y quinceañera del Colegio Humboldt. Me había invitado, no se con que fines, a una fiesta en su casa que se localizaba casualmente en el frente de la fábrica de galletas, allá en la Av. Venezuela, rumbo al Callao, obviamente en medio de la nada. Y me había pedido que llevara varios amigos ya que los de su salón eran muy poco bailarines. Se lo tomé literalmente.

Esa semana le avisé a varios de la clase, no recuerdo quienes exactamente, pero alguien, y creo estar seguro que ese alguien era Pepe Vega escribió en la pizarra del salón una invitación general, indicando un punto de reunión. Ese sábado partimos rumbo a la fiesta alrededor de 18 Lasallanos, íbamos en varios carros, y no me había quedado más remedio que dar algunas recomendaciones: silencio, no ponerse frente a la puerta o no nos abrirían y portarse bien… es que me gustaba la gringuita.

Toqué el portón de entrada, salió un mayordomo a la puerta y por una pequeña ventanilla me anuncié: “Soy Víctor Almandoz, y vengo invitado por Alexandra (nombre inventado por que mi memoria no da para tanto), después de una corta espera apareció esa carita redonda, con esos enormes ojos azules y una sonrisa hermosísima: “¡Víctor viniste!”… “si, y traje unos compañeros de clase como me pediste”… “qué lindo gracias” y abriendo la puerta me dio un sonoro beso y me metí a la carrera mirando de reojo hacia atrás. La pobre Alexandra no se cansaba de dar besitos y su carita era cada vez más coloradita… uno a uno los 18 “invitados” ingresaron a la residencia.

Dentro había una docena de alumnos del Humboldt y mucho recuerdo que la música de Bert Kaempfert inundaba el ambiente. Como era una música un poco lentona, me acerqué al equipo de música y no recuerdo bien qué hice pero tomé control del asunto y al rato imagínense a esos Lasallanos romanticones bailando al son de Fausto Papetti y Ray Conniff con cada mango que para que les cuento. Los alumnos del Humboldt no protestaban, al fin éramos más que ellos, pero parecían viejas comadronas de tanto susurro y coraje. Al cabo de una hora o algo así, los muy celosos y adoloridos se fueron a quejar directamente con la dueña de la casa amenazando con “paro nacional”.

Alexandra se me acercó toda descompuesta, triste y sedienta de amor y me dijo: “Víctor, por qué has hecho eso? Y sin mediar intermedios me dijo “me gustaría que se fueran” y yo todo ofendido le dije “pero si tu dijiste que invitara unos amigos”… “pero no 18 por favor!!!” dijo con amenazadora voz. Esa fue la última vez que vi a esa mango de mujer…. ¿Pepe? Creo que ni fue.

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