martes, 30 de septiembre de 2008

* LA PELADORA DE PEPINILLOS


Han pasado unos cuantos años pero Oleg recuerda aún, con mucha claridad, cuando consiguió su segundo empleo. Era una oportunidad que no debía dejar pasar porque presentaba aspectos bastante favorables -máxime cuando llevaba pocos meses de casado- y con ella conseguía la estabilidad laboral que cualquiera pretende. El sueldo, además, casi duplicaba al que tenía en aquel momento y el ambiente de trabajo también era bastante atractivo.
Se trataba de una mediana empresa del rubro alimentario, precisamente de alimentos en conserva.

Al primer vistazo, se evidenciaba que el espacio físico donde se desarrollaba la cadena de producción era resultado de un exhaustivo estudio funcional y un excelente diseño en el que conjugaban en perfecta armonía los espacios de trabajo, de circulación y el equipamiento que, sin llegar a ser sofisticado, se veía moderno -para la época- y de una estética bastante agradable, todo dentro de un marco de cuidadoso aseo y pulcritud.
Pasaron algunas semanas en que todo marchaba de la mejor forma, tanto para la empresa como en el particular trabajo de Oleg a cargo del control general de la producción, hasta que un buen día comienza a -digamos- "sufrir" cierto trastorno que lo inquieta y absorbe, que con los días se fué acrecentando, tornándose difícil de dominar, hasta que decide confesarle a su esposa que estaba poseído por una terrible obsesión:Un impulso incontrolable de colocar su pene en la peladora de pepinillos. Así, tal cual.
Espantada, la esposa le sugirió que consultara con un psicólogo y nuestro protagonista, dentro de su confusión, atinó a prometerle que lo pensaría.
Al día siguiente y al siguiente de ese también le repitió casi con las mismas palabras su padecimiento y ella esgrimió en cada caso la misma respuesta que con variable énfasis transitó desde la sugerencia al ruego y a la exigencia.
Siguieron los días en algunos de los cuales vuelve a repetirse el leitmotiv de esta anécdota hasta que ella, aburrida, un día le dice:
- Pues mételo y no me jodas más,......... ¡es tu problema!

Días después, llega Oleg a casa cabizbajo, pálido y profundamente abatido.
- ¿Qué pasó, querido? - le pregunta ella, preparándose para lo peor.
- ¿Te acuerdas de mi compulsión de meter el pene en la peladora de pepinillos?
- ¡Oh, nooooooo! - en un grito desaforado - ¡Dime, por favor, que no lo hiciste!
- ¡Sí, lo hice!
- ¿Oh, por Dios!!!, y qué pasó?
- ¡Me despidieron. ..! - respondió sin erguir la cabeza ni levantar la mirada.
- Pero....y, ... ¿¡La peladora de pepinillos!? ¿Qué te hizo!!!; te lastimó?
..........................
....................
............
.....
..

-
¡No! A ella también la despidieron.





1 comentario:

MIGUEL ANGEL dijo...

Ruso, como quedo la peladora, pelada o pelona, nos cuentas despues...........ok?